CUENTOS SINIESTROS II: Contar desde el otro lado. Reseña



Cuentos siniestros II,
de 
Dietris Aguilar

2010, Ediciones Mis Escritos.

La orilla izquierda

    En su prólogo a este segundo libro de cuentos siniestros, nueva entrega después del volumen publicado en 2003, la docente, investigadora y escritora Dietris Aguilar deja en claro el sentido de lo siniestro que alienta sus narraciones. Así como, en “La casa de Asterión”, Borges convoca la voz de la monstruosa criatura para que la historia sea contada desde otro punto de vista, lo mismo se propone ella en este libro: es su deseo manifiesto contar desde el otro lado, desde la “orilla izquierda”, en busca de la sorpresa del lector, de ese cross a la mandíbula, en términos de Roberto Arlt.

    El propósito se logra. Estos 24 breves relatos, algunos de ellos verdaderos minicuentos, abordan el amor, la ensoñación, la violencia o la muerte irrumpiendo en lo cotidiano como modos de subvertir el orden establecido. Y si se trata de subvertir el orden, no puede faltar el humor como procedimiento privilegiado: Desdémona usando pañuelitos descartables (“Detalle”), el fantasma que no se reconoce como tal e insiste en sus antiguos hábitos (“Revelación”), el sapo que desmiente todo encantamiento (“La mentira real”). En este relato y en “Amor feroz” se cumple claramente el objetivo de mostrar el revés de la trama, ya que se dibuja a los personajes con actitudes opuestas a las establecidas en los cuentos maravillosos que son el hipotexto.

    Aún más allá de estos juegos intertextuales, Aguilar avanza hasta la parodia, como en “El destino de un rey”, donde, al estilo de Augusto Monterroso ¹, propone la inversión de la historia de Odiseo y Penélope, aquí convertida en una necia esposa de la cual el héroe, cumpliendo su destino, no podrá huir.

    En ocasiones, el humor radica en el uso del lenguaje: la narradora en primera persona de “Presunción” es una chica de barrio –que guarda para el final un secreto sorprendente-, y emplea la lengua propia del sociolecto. Enrique, el enamorado personaje de “Disgrafía”, realiza un doble acoso a la protagonista: uno, al manifestarle su amor aun cuando ella lo rechaza reiteradamente, y el otro, de orden intelectual, por medio de sus cartitas y poemas que son verdaderas granadas que atentan contra el idioma. Claro, la disgrafía produce efecto cómico en todos menos en la destinataria, convertida ya en víctima de los amorosos –y patéticos – grafitis. Hasta que ella dice basta. Enrique convierte a una persona común, respetable, en una asesina en potencia. Saca lo peor de uno, tal como la antagonista de “Igual”, que con sus críticas y su tono pontificador despierta los más crueles pensamientos de venganza en la protagonista. Pero la venganza nunca llega a hacerse efectiva y su único consuelo es recurrir a un viejo tópico literario: la muerte igualadora. Llegado el día, la lengua de "esa" servirá de almuerzo a los gusanos.

    Hay relatos que operan como la contracara de sí mismos. En “La mutación”, una mujer se deja llevar por la fantasía ante la belleza suprema y la perfección de una escultura; en “Incongruencia”, la enamorada se nos revela finalmente como una gárgola que, desde lo alto, observa sin esperanzas a su príncipe. Las trampas al lector siguen…

    Una joven planifica desde temprano sus actividades del día, hasta que irrumpe la muerte, que no figuraba en la agenda (“Destino”). Por otro lado, una mujer anhela entregarse a la muerte, pero la atan a la vida sus obligaciones cotidianas, sumado al hecho de que la muerte “¡es una mina! Si fuera un hombre…” (“Ella”).

    Y la muerte da su zarpazo en otros relatos. A veces, es una salida ante el desencanto, el desamor, la soledad, o ante “La llegada de la primavera”, que reaviva en el personaje una esperanza que sabe vana, que nunca será. Otras veces es puro dolor, es un corte sin sentido, como en “La señal” o “Los ojos abiertos”.

    Pero en “La salvación y el espanto”, el mismo hecho trágico se muestra, según quién lo mire, como alivio ante la opresión o como pérdida irreparable. Cara y contracara, anverso y reverso; lo siniestro del acontecer.

    “Bajo la piel azul del cielo” representa el triunfo de la vida y de la esperanza frente al dolor y al miedo. Ante una pequeña tragedia personal, el encuentro físico con el compañero es la ventana que se abre a la vida.

    Muchos personajes de los cuentos se mueven en ámbitos escolares, que la autora conoce muy bien y de los que, mediante observación y experiencia, puede mostrarnos variados aspectos: el cariño de los alumnos, los celos entre colegas, algún desequilibrio mental quizás provocado por el largo ejercicio del rol docente. En “La soledad y la furia”, un episodio de violencia entre alumnas es la punta del iceberg para enterarnos de una historia de falta de amor, de desprecio, de marginalidad, de hambre. Aquí, el cross a la nariz de la compañera es literal, y hace saltar metafóricamente las clavijas del adormecimiento cotidiano de la jovencita y también de los demás integrantes de la institución.

    La esperanza, la muerte, las pequeñas tragedias, las ilusiones, el amor, el humor son el material de que están hechos estos relatos. Con el condimento -esencial aquí- de la sorpresa que aguarda en algún recodo.

    El texto se cierra con afectuosos agradecimientos y con la biografía de la autora, donde se consignan los numerosos premios que ha obtenido.

Mariana Scavuzzo

¹ Monterroso, Augusto 1969 “La tela de Penélope o quién engaña a quién”. En: La oveja negra y demás fábulas. México, Joaquín Mortiz.

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