COFRADÍA

 


    En una vereda cualquiera, nos cruzamos. Nos miramos a los ojos y enseguida la vista va más arriba, a la cabellera que brilla como una antorcha de fuego plateado. Y volvemos a la mirada rápida y cómplice. Entendemos. Nos entendemos. Nos descubrimos parte de una comunidad, la hermandad de las cabezas plateadas. No decimos ni una palabra pero está la chispa en los ojos.

    Las cabezas dejaron de reflejar el brillo del sol para revelar su propia luz.

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