CUENTOS SINIESTROS. Reseña de un libro de cuentos de una escritora y amiga lomense. Fue publicada en Hologramática, Revista Académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora.

 

 CUENTOS SINIESTROS, de Dietris Aguilar

Contar desde el otro lado 

 

Celebramos la reedición de los Cuentos siniestros de la Profesora y Licenciada en Letras por la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Dietris Aguilar. Amerian Editores vuelve a publicar este libro –anteriormente lanzado por la desaparecida editorial CIEN, en 2003-, el cual cuenta con una segunda parte que ya vio la luz por Ediciones Mis Escritos (en 2010 y 2012).

La autora cursa la Maestría en Comunicación en la UNLZ, y cuenta con vasta experiencia como docente en los niveles secundario, terciario y universitario. Es miembro de la Asociación Argentina de Hispanistas y de SADE Lanús. Ha recibido numerosos premios y menciones por su participación en concursos literarios locales y nacionales.

 

El porqué de lo siniestro

En su prólogo, Aguilar deja en claro el sentido de lo siniestro que alienta estas narraciones. Nos confiesa que su camino como escritora surgió después de la lectura del cuento de Jorge Luis Borges  “La casa de Asterión”. En él, el autor convoca la voz de una criatura monstruosa, el Minotauro, para que la historia heroica de Teseo sea contada desde otro punto de vista, el del desdichado ser mitológico encerrado en el laberinto de Creta. ¿Cómo nadie había pensado en lo que podía sentir el Minotauro? Cambia el eje al cambiar la posición del narrador. Y es lo que Dietris se propone en este libro: como si escribiera con “la mano izquierda”- la que es SINISTER en latín-, en algunos casos re-crea relatos tradicionales o ya conocidos por nosotros y también nos entrega otros originales, pero siempre para contar desde el otro lado, en busca de la sorpresa del lector, de ese cross a la mandíbula, como diría Roberto Arlt.

 

Lo bueno, si breve.

El propósito se logra en estas 22 ficciones, algunas de las cuales, por su extensión y características, orillan el microrrelato. Este género ha sido y es transitado por Ana María Shua, con tal reconocimiento mundial que sus obras se tradujeron a una decena de idiomas, y apelaremos a ella para definirlo [i]: se trata de un cuento brevísimo -menos de 25 líneas-, centrado en el aspecto narrativo. Se propone la máxima concentración de significado en la mínima cantidad posible de palabras. Recordamos como ejemplo uno atribuido a Ernest Hemingway, escrito como un aviso clasificado, que resulta escalofriante, “Se venden: zapatos de bebé, sin uso”.

Unos segundos después de terminada la lectura se produce un “click”; tiene que haber un relámpago, un momento de comprensión que es casi una revelación.

Este tipo de escritura exige un público muy competente: como una “estrategia de lo poco” del desarrollo, conviene al minicuento utilizar los conocimientos del lector y las redes de la intertextualidad para la comprensión de lo narrado. Lo omitido, lo no dicho, lo que queda en la mente del lector es lo que lo completa y le da sentido. Por este mismo motivo, en algunos relatos cobra importancia vital el título, que fortalece los lazos intertextuales u orienta la interpretación en alguna dirección.

 

No diré que encontraremos en Cuentos siniestros semejante síntesis; podremos disfrutar de la rica prosa de la autora. Pero hay relatos muy breves que concentran la narración en lo nodal, sin presentación de personajes ni situaciones, sin ahondar en vericuetos psicológicos: van al núcleo puro y duro. La descripción siempre está al servicio de lo narrativo o del efecto deseado; no hay un regodeo en aspectos descriptivos accesorios o preciosistas. Así, de manera a veces brutal, se abordan el engaño, la violencia o la muerte irrumpiendo en lo cotidiano como modos de subvertir el orden establecido. También hay ciertas dosis de humor que matiza el horror que sobrevuela.

En “La bestia”, “Contracara” y “¿Por quién doblan las campanas?” se cumple claramente el objetivo de mostrar el revés de la trama de ciertos motivos tradicionales como el del príncipe encantado, la plena felicidad de las princesas o el amor incondicional, porque, seamos sinceros, nadie termina de creerse los cuentos de hadas: la bestia horrorosa no se transforma en príncipe con un beso (o algo más…); Cenicienta está desconsolada porque su marido resulta un perfecto imbécil; y hay veces en que el amor se vuelve pesadilla cuando se nos enamora un cargoso… En un juego de intertextualidad, los cuentos maravillosos que son el hipertexto se vuelven parodia en manos de Aguilar.

En varios relatos está presente el mundo de la niñez, las protagonistas son niñas que expresan sus sentimientos e impresiones, pero la mirada desde el otro lado muestra que estos no son tomados en cuenta por los seres más queridos: su familia, su maestra. Esas nenas quedan solas frente a la hipocresía (en el cuento homónimo), el desinterés (“La eternidad”) o la cachetada de la pobreza (“Desidia”, “La felicidad”).

Estos Cuentos siniestros no rehúyen a la tragedia. Una niña muerta y su velatorio desangelado en la casa de chapas contrasta con los juegos indiferentes y las risas de los chicos de ese barrio miserable (“Desidia”). Y están los golpes y las patadas a una mujer indefensa para robarle el bolso, debajo de un puente en la ruta (“Sórdido”). La mirada de la narradora hacia estas escenas suburbanas no enjuicia, no es admonitoria ni escandalizada, simplemente sabe describir el horror. Como lo que siente esa jovencita que está ante su “Primera vez” magistralmente escrita con la ambigüedad de la doble valencia del sexo y la muerte. Las trampas al lector siguen…

Así como aparece la violencia social, otra temática que atraviesa el texto es la violencia familiar. Hay relatos que operan como la contracara de sí mismos. En “La condena”, una hija apela a la mentira para liberar por fin a su madre de un marido que la maltrata -aunque la liberación implique la muerte- pero en “La piedad”, la muchacha asesina tiene un último gesto compasivo hacia su padre golpeador, gesto que sorprende tanto a ella como a los lectores. En “Cuando pase el temblor” hay un paralelismo entre la discusión de padre e hijo durante una fiesta de cumpleaños enturbiada por el alcohol, y la pelea de perros en el patio de la casa: al ver la sangre de los animales, los hombres son capaces de refrenarse y darse el tiempo para ver las cosas más claras.

Es que los perros también dejan su huella por aquí. Algunos viven una vida mísera, peleando por comida en la penuria de barrios marginales (“Sórdido”). Pero está Pepe, el enamorado de una cachorrita vecina. Pepe, que en lugar de seguir al corazón o a los instintos se queda inmóvil obedeciendo el mandato de su dueña por más que el amor le desborda la mirada, es un espejo en el que se ve la protagonista del cuento “Esta noche” y comprende que es hora de quebrar su timidez y de aceptar ese café con su compañero de trabajo, de mirarlo a los ojos aunque no salgan las palabras. ¿Por qué no regalarse la esperanza de una vida nueva?

Los invito a encontrarse con esta obra, en que la esperanza, la muerte, las tragedias, las ilusiones y desencantos, el amor, el humor son el material de que están hechos los relatos. Con el condimento -esencial aquí- de la sorpresa que aguarda en algún recodo.


                                                                                                MARIANA C. SCAVUZZO



Ver en Hologramática n°1

 


[i] Entrevista radial de Sandra Russo y Christian Rodríguez en el programa Dejámelo pensar, 18 de julio de 2015.Entrevista

 

 


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