EL AROMO SINIESTRO

 



Donde la calle Castelli se corta con las vías del Roca, junto al alambrado del ferrocarril -apenas visible tras la enredadera y las achiras-, se eleva un aromo siniestro. Los vecinos más antiguos del barrio Miñaqui de Lomas de Zamora lo señalan como el hacedor de sucesos extraordinarios y terribles. Es inútil pedirles detalles; responden vaguedades y hasta se encierran en sus casas para no seguir hablando.

El árbol se ha hecho tan mala fama que cuadrillas municipales intentaron talarlo, pero en vano. Las sierras eléctricas dejan de funcionar sin razón, las hachas se empeñan en desafilarse, o saltan haciendo peligrar la integridad de los trabajadores.

No obstante, algunas parejas de adolescentes, acaso incautas, acaso temerarias, ignoran la superstición y se arriman a la cortada en plena noche para sumergirse en el deseo que se alimenta de lo prohibido. Al día siguiente, lo cuentan como un triunfo. Quienes conservan la razón, al menos. 

No tuvo esa suerte el Espina, un viejo que merodeaba por el barrio antes de que lo echaran con su manta y sus botellas vacías. Es fácil hacerlo hablar, tinto mediante. Se le iluminan los ojos vidriosos, suelta la lengua y cuenta que una madrugada, en un tiempo borroso, él y su noviecita habían buscado el refugio de la oscuridad junto al alambrado de Castelli. En medio de sus abrazos, escucharon un ruido de hojas que se agitaban. Al instante las ramas del aromo avanzaron hacia ellos, los sujetaron como dedos de hierro y los levantaron en el aire, sobre las vías. El viejo da unos rodeos, baja la voz, pero termina por revelar que el árbol maldito convocó la visión de trenes fantasmales repletos de seres monstruosos. Ellos no podían ni siquiera gritar, las ramas apretaban sus gargantas y sostenían sus cabezas para obligarlos a mirar los vagones que se desvanecían en la niebla. Después, perdieron el sentido. Se despertaron sobre el césped húmedo del amanecer.

En ese punto se encierra en el silencio con la vista fija en el fondo del vaso.

Al Espina es fácil hacerlo hablar. Lo difícil es creerle.


Comentarios